MODTHERN NATURE

Crecí en un contexto rodeada de plantas. Las plantas y el cielo estimularon mi creatividad y llenaron de felicidad mi infancia, días en los que recuerdo claramente estar en sintonía con el ritmo del sol, la lluvia y las nubes. En mi imaginación infantil, la casa en la que crecí simbolizaba un jardín y en cualquier tiempo libre aprovechaba para estar en el jardín de mi abuelo, donde jugaba en un columpio que colgaba de un árbol que él sembró el día que nací.

 

En la memoria de mi infancia no tengo sentido del tiempo, sólo recuerdo momentos. Y tal vez fue así, en un momento, que las plantas se volvieron terrestres y poblaron la tierra desde hace 500 millones de años. Si el mundo no tuviera humanos, las plantas por sí mismas ocuparían cualquier pedazo de tierra, como lo han hecho antes que el hombre. Sin embargo, si el mundo tuviera sólo humanos, sin plantas, hongos y animales, sería inconcebible pensar en la vida.

 

Mi abuelo fue diseñador de paisajes y amante dedicado a su jardín, observaba el cielo con una precisión certera. Siempre me sorprendieron sus predicciones del estado del tiempo, una habilidad que practicaba observando el color y la forma de las nubes. Sabía de dónde venía la lluvia y cuándo iba a llover, interpretando los aromas y la humedad del aire, o por qué las golondrinas volaban bajo, un conocimiento que aún conservo de él. Cuando le pregunté cómo sabía todo eso, me platicó que lo había aprendido de niño: “la gente leía el cielo y el aire”. Para nosotros, era importante sentarnos en su jardín para contemplar el cielo, observar las plantas y los insectos que cambiaban constantemente. Me gustaba acostarme con la cabeza en su torso, observando con tranquilidad el movimiento y el cambio de las múltiples formas de las nubes, que podían ser cualquier paisaje, animal o cosa.

 

Ahora, estos recuerdos me hacen pensar en cómo los vínculos tecnológicos y científicos han cambiado nuestra percepción sobre la importancia de sembrar –en un sentido literal y metafórico–, y en cómo han modificado los saberes que este acto sostiene para la consciencia de nuestra relación como seres vivos y con los conocimientos culturales y ancestrales de las plantas. La industrialización de la naturaleza nos ha apartado de la diversidad de especies; la devastadora destrucción de los ciclos naturales y de la unión con el mundo natural nos ha hecho olvidar el sentido de pertenencia, apartándonos del contacto de sembrar y hacerse uno con la manifestación de la vida: sembrar un bien común, sembrar la empatía, sembrar la consciencia, sembrar el conocimiento transmitido, sembrar la gratitud, el asombro y la humildad.

 

Modthern Nature surge de mi interés por estimular experiencias explorando el concepto de transformación, privilegiando la contemplación de acontecimientos naturales sutiles y cotidianos desde los sentidos, y generando momentos para la fascinación e imaginación que propicien el reencantamiento con el mundo natural y nuestra consciencia de pertenencia a él. Se trata de una instalación de sitio específico que une la sala de Arte Abierto con el espacio público de Artz Pedregal. Está conformada por piedras volcánicas y plantas endémicas de El Pedregal, preservadas en colaboración con biólogos, botánicos, geólogos y paisajistas, así como un sistema hidropónico con vegetación comestible y medicinal que crecerá con iluminación artificial. También se incluyen algunos elementos de la arquitectura moderna y las Venus, personajes femeninos que surgen de intervenciones a imágenes utilizadas en la mercadotecnia de moda, comunes en cualquier contexto global. La presencia humana de estos personajes dialoga con la fascinación de la vida y las catástrofes ecológicas, mientras interactúan con granos de polen y paisajes deshielados por el calentamiento global producto del Antropoceno.

 

En la muestra acontecen diferentes temporalidades que se manifiestan en El Pedregal, donde la relación entre el hombre y la naturaleza ha sido una constante experiencia de transformación: desde la edificación de Cuicuilco en Mesoamérica, sepultada más tarde por la erupción del volcán Xitle, hasta la adaptación en el siglo XX de la arquitectura integrada con el paisaje volcánico, que representó la puesta en práctica del pensamiento moderno y el poder de los seres humanos para crear, mejorar y remodelar su entorno. Explorar esta zona es caminar por una tierra nutrida de recuerdos y encuentros comunes y ajenos; aproximarnos a su historia y naturaleza es reconocer su pasado y su futuro, así como la transformación del tiempo presente en contraste con lo estático y artificial.

 

Tal vez en mi infancia, la cotidianidad y la percepción del tiempo es similar a la que trascurre en la reserva protegida de El Pedregal, donde las formas de las rocas volcánicas gritan la fuerza de la tierra y, sobre ellas, cantan las flores, el tiempo y el sol. Modthern Nature busca procurar un tiempo y espacio de restauración que nos aparte de la explotación de la naturaleza en la era del capitalismo global, donde los seres vivos están en un terreno vulnerable, invadido y devastado por siglos de extracción de recursos naturales por efecto de las ideas de desarrollo, nacionalismo y progreso que aún suceden, simultáneamente, fuera de esta sala.

– Gabriela Galván